1.3.07

8: Rodándonos

Yo también viví en muchos lugares desde que me fui de la casa. Decidí dejarla poco tiempo después de que mi padre se fue. Apenas un mes.

Primero mi papá, luego yo, y poco después mi hermano Antonio abandonamos a mi mamá. Uno tras otro. Todo ocurrió en menos de tres meses.

Los reclamos y llamadas de atención de mi madre acerca de mi singular comportamiento se me hacían cada vez más incómodos. En casa cada quien andaba por su lado. Yo a veces llegaba, a veces no, y cuando llegaba nadie sabía a qué hora.

Lo cierto es que todo se fue tiñendo de angustia. A Daniel yo le escribía y le escribía enormes tomos de poesías desesperadas. Al principio vivía de algunas fotos que lograba tomar, bodas, quinceaños, primeras comuniones, siempre me salía algo y con eso me resultaba suficiente. Cuando no me alcanzaba, le cachaba a mami algo de la cartera que siempre dejaba colgada en la puerta de su cuarto. Me volví experta en robos domésticos. Mami, con sus problemas a cuestas no se daba cuenta de nada.

Por andar yo en esas trifulcas amatorias con Daniel, llegué muy tarde a conocer a mi primera sobrina Manuela. Me perdí de acompañar a mi hermana en los momentos previos al parto, de estar con ella , mi mamá y Angel. Nadie me pudo avisar porque nadie sabía por donde andaba yo. Me enteré al día siguiente.

Yo dejaba todo tirado, clases en la universidad, reuniones del partido, citas médicas, compromisos de trabajo, eventos de la familia, encuentros con amigas y amigos...mi única y principal ocupación por aquel tiempo era amarlo a él, amarlo y esperarlo. Porque era Daniel quien decidía siempre cómo, dónde y cuándonos podíamos vernos y para su llamado estaba yo siempre disponible.

Cuando él se enroló en un trabajo estable tenía que viajar constantemente a distintas zonas rurales del país. Y allí donde él me pedía que lo acompañara yo me iba. Yo, la incondicional, no importando nada " si iba a encontrarme, con él, con él, con él...".

Aunque en mi interior sabía que las cosas no andaban bien, yo trataba de sentir que la maravilla lo cubría todo. Me tragaba la ilusión con valium todas las mañanas y metía debajo de la alfombra las dudas, las culpas, las lágrimas, incluso los terribles pleitos cargados de resentimiento que protagonizábamos cada vez más seguido.

Mientras tanto, en el matrimonio de Daniel lo que pasaba era que "no estaban dadas las condiciones para la separación definitiva en tanto no se sumaban aún los elementos cuantitativos que llevaran al salto cualitativamente revolucionario del divorcio para la necesaria construcción de la nueva realidad". Trasnochadas elucubraciones teóricas que se nutrían de complicar con inncesarios ornamentos las verdades que de llanas y simples prefería- especialmente yo- tapar, para que no me dolieran.

Daniel solamente dudaba y estaba demasiado presionado por los mandatos de una educación familiar conservadora y rígida. No tenía dentro de sí ni la motivación ni la fuerza para arriesgarse. Dudaba mucho. Yo no.

¿ Cómo colocarme a mi misma frente al espejo de la verdad el cartel de ilusa, así, sencillito y claro y con mayúsculas? ¿ Cómo colocarle a él el de débil cuando era mi héroe?

Si hubiera tenido ese valor se me hubiera desmoronado el cuento de hadas y ¿ cómo permitirlo si creía no poder vivir lejos de aquella escenografía?

Era preferible seguir jugando al juego de inventar canciones.

¿ Habrá sido posible que yo, por miedo a perderlo , nunca le hablara claro a Daniel? A veces dudo si se lo plantee seriamente...No recuerdo haberle dicho que yo lo que quería era ser su esposa, casarme, que tuviéramos juntos una casa, que construyéramos un proyecto común, que pudiéramos tener hijos e hijas . Creo que nunca se lo dije. Tuve miedo. Me lo guardé. Callé mucho entonces. Temí asustarlo con mis necesidades terrenales.

Yo no sé qué se inventaba Daniel por su lado. A la larga no se inventaba nada y lo veía más claro que yo. Aquello era sólo una aventura que estábamos estirando hasta que se reventara. En su pueblo era normal que un hombre tuviera relaciones fuera del matrimonio y que eso no significara nada. Lo cierto es que yo fui su "querida", aunque esa palabra, todavía cuando la oigo me duele hasta los huesos. Me ofende profundamente con su tufillo humillante y peyorativo.

Pero pese a serlo, nunca lo asumí de esa manera. Yo me sentía la legítima, y la otra era Roxana, su mujer. La engañada era ella, no yo. A mi era a quien él amaba realmente. ¿ Pero era ella engañada? Tampoco. Todo lo supo desde el principio. ¿ Qué pensaba? No lo sé. ¿ Lo sabré algún día? ¿ Qué le decía él a ella? Tampoco lo sé. No ha llegado el momento de saberlo todavía.