18.4.07

10: Matrimonios , Parejas , Culpas y Revoluciones.

Es un colocho tremendo. Estando incluso casada yo con Víctor, cuando me enteraba de que alguien casado emprendía una relación fuera del matrimonio, y aún sin percatarme realmente de los detalles peculiares de cada asunto, siempre tendí a verlo con simpatía. ¿Un afán transgresor? Ahora sí...quizá...ahora que lo tengo más claro...pero no es que pueda meter todos los casos en el mismo saco y entiendo claramente que no todas las situaciones son iguales. Pero lo cierto es que cuando me pillo sintiendo eso me pellizco para despertarme y me pregunto el origen de semejante ligereza que no toma en cuenta la falta de lealtad que acompaña generalmente a estas situaciones.

Es medio complicado de explicar. A ratos siento que tal vez se trata de buscar compañeros o compañeras de culpa, porque fue mucha la culpa que sentí y que no estuve dispuesta a asumir en soledad, o más bien el origen lo encuentro en el propio cuento del matrimonio de mi padre y mi madre ... no sé.

Mi relación con Daniel, aquella pasión y todo lo que la rodeaba, me colocó en posición de combate, desde el inicio, contra mi propia madre. Cuando llegamos de la isla ella misma vivía lo peor de una cadena de largos dolores en su relación con mi papá. Coincide el momento histórico con las fechas en que mi papá comienza a dejar de amar a mi mamá del mismo modo que antes...o quizá a perder la fe en esa relación, que no es lo mismo pero es parecido.

Tenían ella y él casi veinticinco años de casados. Tuvieron juntos seis hijos ( una de las cuales murió de diez meses ) y compartían una vida entera de pasión, complicidad y solidaridad que parecía a prueba de cualquier cosa. En algún momento, antes de que naciera mi hermano Ernesto, incluso habían buscado llenar un vacío circunstancial en brazos ajenos. Cada uno por su lado. De una de esas relaciones mi papá tuvo otra hija. Hija de la que tuvimos noticia mis hermanos, mis hermanas y yo hasta que la llegó a reconocer más de diez años después... Nos habían guardado papi y mami ese secreto por tantos años...aunque parezca increíble en ese pueblo tan pequeño en que vivíamos. Raro, complicado y sobre todo: difícil de recomponer. Es otra historia.

Pero la verdad es que mi papá andaba ya con ganas de zafarse de la relación con mi mamá. Se respiraba mucha tensión en la casa. Se apuraba él a lanzarse como chiquillo ilusionado a beber de las frescas mieles de un nuevo amor ( otro) y mi madre lo sospechaba, y yo, una de sus hijas, precisamente, vivía una aventura también con alguien casado. Eso era así de sencillo a ojos de mi madre, que en mi actitud se sentía traicionada de la manera más vil. Me colocaba a mi matemáticamente en el bando de "la enemiga".

Pero ni eso ni nada era tan simple.

Mis padres se amaron desde que casi eran niños. Guardo en mi caja de fotos viejas una de mi papá y mi mamá juntos en la fiesta de quince años de ella. Por ahí anduvo una tarjetita que mami mostraba con orgullo en el pasado. Una que se usaba en aquellos años en los bailes. En ella venían todas las piezas que iba a tocar la orquesta ( en este caso: Lubín Barahona, en el Centro Internacional de Alajuela) con un espacio en blanco para que el muchacho le firmara a la muchacha la pieza que quería bailar con ella. Mi papá había firmado en diagonal con su nombre en grande sobre la tarjeta de mi mamá reservándosela sólo para él. Quién sabe qué se hizo el cartoncito aquel, pero lo que en algún momento vimos en la casa como "muestra de amor", ahora se me estila un poco distinto...pero bueno...desde entonces ...

Se habían conocido en la secundaria. Se comenzaron a gustar desde allí aunque ambos viajaron al exterior apenas terminándola. Mi papá primero a EE.UU. Mi mamá dos años después a Bélgica. Pero la relación continuó fortaleciéndose durante las vacaciones.

Luego de graduarse, mi papá regresó para casarse con mi mamá. Se fueron de luna de miel a Europa. Comenzaron su hogar protegidos por un pueblo pequeño que los idolatraba a ambos y los reconocía como hijos ejemplares ( ambos lindos, inteligentes, populares...) y admirados de dos familias respetadas por su condición social , las que a su vez no escatimaron recursos, mimos ni apoyo para la feliz pareja y todos sus caprichos desde el inicio. Varios meses viviendo en el Barrio Latino de París coronaban el cuento rosado. Cosa emblemática: la primera noche de bodas fue en La Habana del primer año de la Revolución. 1959.

Pero mantener esos personajes pesa. Cuesta. Es demasiada carga. Cantidad de ojos y sentimientos colocando sobre ellos, expectativas y realizaciones ajenas....Sobre todo porque ambos, en su interior, traían consigo unas ganas enormes de rebelarse contra convencionalismos y tuvieron posteriormente que enfrentarse al problema de querer ser diferentes proponiéndose la militancia política de izquierda que no estaba en el guión. La disidencia se pagó caro.

Cada historia está conformada por cantidad de pequeñas historitas que se entrelazan y van tejiendo cada vida...cada una en particular y cada una en colectivo: la familia , la comunidad, la sociedad...y cada evento integrándose y modificándolo todo, una y otra vez de nuevo...como si el tiempo no fuera lienal...¿ lo es?

Dolores personales fueron sumándose a través de los años y empañando aquel libro de cuentos de carátula dorada. Un aborto espontáneo en el tercer embarazo, la muerte de mi hermanita Ligia, desencuentros, y un cáncer de mama para ella: mi mamá, y a la corta edad de treinta y siete años. Mami entró al quirófano para que le hicieran la biopsia de "una pelotita"...Estando bajo el efecto de la anestesia total los médicos se dan cuenta de que se trata de un tumor ya avanzado...Piden a mi padre la autorización para amputarle el pecho izquierdo y cortarle los tubos. Mi papá firma en su nombre. Mi madre se despierta sin un pecho y sin la posibilidad de poder quedar embarazada nunca más. Nadie le preguntó qué deseaba. Los hombres decidieron por ella. Eso fue en 1975.

Un golpe hondo para ella que colocaba gran parte de su seguridad personal y autoestima en su atractiva presencia física. Mi mamá era , se sentía y se proponía al mundo como una mujer "sexy". Mi papá alentaba aquello. No perdía ocasión para piropearla, celebrarle sus bellezas, regalarle bikinis, minifaldas...Ella, para coquetearle.

De la historia de mis padres juntos me quedan recuerdos imborrables: una pareja enamorada que se amaba con pasión y que a cada rato se la demostraba por toda la casa frente a las carillas "chilladas" de nosotros: sus hijos e hijas...y al mismo tiempo mucha lágrima y violencia. En mi casa se vivía una tremenda energía erótica, a muchos niveles...o al menos así la sentía yo no entiendo aún por qué. Nuestra vida estaba también llena de personas que entraban y salían , de aventuras psicológicas , educativas, éticas para encarar las relaciones familiares. Eran años de búsqueda. De movimiento constante. Pasamos por experiencias hiperdemocráticas por un lado donde el voto de mi papá valía lo mismo que el de los hijos, hasta otras de un autoritarismo descomunal. Nos pegaron mucho papi y mami a mis hermanos mayores y a mi durante toda la infancia. Pero yo creo que a mi más que a Alejandra y a Antonio....tenía puesta en el pecho todo el tiempo la etiqueta de "rebelde", "malcriada", "vaga", "desobediente", "perezosa", "necia", "llorona", "majadera"....Ay! ...cosas que quizá solo yo recuerdo, pero todo muy intenso y contradictorio. Tan intenso que enfermó a mi mamá y a mi papá lo cansó. Cada cuerpo resuelve a su manera las vías de escape para sus combustiones internas. Por eso yo escribo.

Volviendo al momento en que regreso yo de Cuba con esta peculiar historia de amor en la maleta, 1982...Coinciden los días con el desvanecimiento de muchas ilusiones colectivas. Nada era más lo que parecía. Se comenzaba a derrumbar el campo socialista...la invasión soviética a Afganistán tenía dividido al movimiento revolucionario mundial...se desacian lazos, los mayores y los menores.

Mi padre no pudo más. No quiso amarla más. Ella no lo soportó. Lo idolatraba. Se fue quedando sola, se le desmadejaba la cuerda del cometa que era para ella mi padre. La imagino corriendo por los potreros de Fraijanes detrás del hilo que se le iba...que le arrebataba el cielo de la vida y que no quiso nunca perder de vista. Su amado se le iba volando, su todo, su norte, su fin, su guía, su regazo. El mismo, sin darse cuenta, iba dejando atrás una parte de sí, una vida entera. Nada volvió a ser como antes. El castillo de naipes de lo que era mi familia se desarmó.

Igual la Revolución en Nicaragua se enredaba. Porque aunque la guerra impuesta por el gobierno de Reagan dificultaba el desarrollo del proceso con toda suerte de agresiones lo cierto es que el poder engolosinó desmedidamente a la mayoría de sus dirigentes, que olvidando las razones y los sacrificios históricos de su pueblo, se dedicaban a traicionarlo y enriquecerse. En El Salvador la guerra se convertía en un pozo de sangre sin fondo. Las rencillas entre la gente que integraba las organizaciones revolucionarias se acrecentaban. Poca gente entendía lo que sucedía, algunos y algunas abandonaban los barcos, otros y otras se rascaban la cabeza, otros daban palos de ciego buscando soluciones...fue el caos.

Mi mamá quedó muy mal después de la separación. Sufría mucho. En su búsqueda de explicaciones llegó a simplificar las cosas de la manera más simple: mi papá la dejaba "por otra". Todo era culpa de "la otra". "La intrusa". Tenía que colocar en alguna parte su enojo y lo colocó donde más usualmente se coloca. Lógico entonces que comenzara también a considerarme a mi, su propia hija, como una representante del bando enemigo, el de "las malas", las "roba-maridos", las "destruye familias", etc, etc.

Semejante conflicto lo alimentaba yo con la soberbia actitud que asumía para defenderme de aquellas afrentas. Pero si mi madre simplificaba, yo más: Mami debía dejar partir a Papi, porque lógico que tan insoportable que estaba que Papi ¿ cómo iba a quererla así? Qué absurdo que ella no lo entendiera! La inmadurez no me daba para atar compasión con amor, unir sensibilidad con humildad... En vez de eso posiblemente fantaseaba con la desesperada necesidad de que Daniel también se divorciara de una vez por todas de Roxana y se casara conmigo, al igual que mi padre se estaba casando ya con Xenia. Confundía yo personajes, tiempos, ansiedades, colocando en el lugar de una cosa la otra como si se tratara de casos similares.

La danza la bailábamos tres parejas con la desproporción de contener dos hombres y cuatro mujeres; y según yo con la misma música y los mismos pasitos coreográficos. Yo me colocaba en mi posición de diva y a los demás los acomodaba infantilmente como muñequitos de papel en función de mis necesidades personales. Nada de aquello tomaba en cuenta el protagonismo de cada quien en su propia historia, las relaciones distintas que se desarrollaban, los lazos, los años, lo construido en común, los hijos, las hijas, los sueños, el amor desarrollado en cada subconjuto. Yo no podía en mi ceguera entender aquella complejidad.

¿ Cuánto dolor nos causamos? ¿ Cuánto dolor encima del dolor? Todos, todas...pero no me toca juzgar ni entender a nadie...sino asumir mi cuota personal para crecer...¡qué tonta que fui.! Pero ...¿ podía más? ¿ pude haber hecho más? No lo creo. No entendía nada, no estaba lista ni preparada.

Nunca mi madre y yo nos reconocimos como parte del mismo bando: el bando mayor, el de las enamoradas...bando que quizá compartíamos con Xenia y con Roxana también. Mujeres Enamoradas. Todas. Hermanas. Todas dispuestas a todo por amor, a adornar con los adjetivos de sus deseos lo que no era tal, lo que se nos ofrecía limitado, egoísta, convulso, complicado, alejado, difícil de entender, como cantidad de historias parecidas que comienzan, se desarrollan y acaban todos los días en todas partes del mundo.

Pero ni mi juventud ni su desesperación lo entendieron en aquellos momentos. El brote verde de la comprensión y el perdón nunca lo dejamos crecer. Cierto es que nos hicimos mucho daño.

No olvido un paseo de fin de año a un sitio cerca del Volcán Irazú donde mami y yo tuvimos un enfrentamiento horrible, con golpes y todo. Una cosa fea, fea y desgarradora de la que todavía llevo cicatrices en mi brazo izquierdo. Las dos estábamos sufriendo similar abandono, impotencia y soledad. Daniel nunca celebró conmigo un fin de año. Nunca lo hizo. Y aquel era el primer fin de año de mi madre sin mi padre. Llorábamos ella y yo con igual desesperanza la ausencia de los hombres que más amábamos y como tontas nos herimos muchísimo confundiendo las tristezas. Mi hermanita menor, Ingrid, con apenas diez años, y una amiga gringa que nos acompañaba....fueron testigos de aquello tan vergonzoso que pretendía ser una manera distinta de celebrar el año nuevo. Bajamos de la montaña antes del 31, prematuramente, gritándonos y peleando como descosidas dentro del carro. Dos totalmente desbocadas, las otras dos totalmente impresionadas.

Mientras tanto, nuestra propia organización política se disgregaba y se dividía en cantidad de grupos, sub-grupos y pedacitos. Todos inconformes y señalándose con el dedo. Los antiguos hermanos de lucha peleándose como perros y gatos. De solo recordarlo me entra un cansancio....

9: Los hijos

El día en que Daniel me presentó a sus dos hijos me los llevó a la casa de mi familia...cuando yo todavía vivía allí. Recién llegados de Cuba estábamos. Nunca se me olvida ver subir la cuesta el carro verde y las dos cabecitas sin pelo asomándose curiosas por las ventanas. Uno morenito y otro más blanquito. Uno más parecido a él y otro más parecido a su mamá. Dos.

Ese día los llevamos al Zooave a La Garita de Alajuela. Ellos veían los animales, yo sentía que tocaba al cielo. De repente y por unas horas tuve familia. Una familia nueva.

El tiempo trae recuerdos como películas viejas. Bastante tiempo después, yendo por Puriscal hacia Quepos, donde Daniel tenía que ir a hacer un trabajo y yo lo acompañaba...de repente el carro se detiene, él se baja...se acerca a un talud, recoje un ramo de flores amarillas y me las trae. Yo que me desago. A veces Daniel se dejaba llevar por algunos arrebatos románticos a pesar de que siempre fue parco para esas cosas; quizá lo suficiente para que cada detalle fuera sorpresa y no empalagamiento. Una nunca sabe.

Yo pensaba en esos momentos que nadie me iba a amar así en la vida. Me sentía la más amada. La mejor amada. El album de fotos de la memoria atesora lo que desea atesorar a cada momento. Nada más. Lo que puede ( o quiere) entender.

Nuestro amor era único, el último, el verdadero, el definitivo. " Si te quiero es porque sos, mi amor, mi cómplice y todo, y en la calle, codo a codo......"

Años después, cuando comencé a re-cordar esta historia animada por mi necesidad de re-construcción personal y la solidaridad de mi marido Víctor, me cargué de resentimientos. Lo confieso. Estuve muy enojada con Daniel. Llegué a culparlo de muchas desgracias. Entonces escribí que "era claro" lo que sucedía....era lógico que Daniel me quisiera retener: bonita, enamorada, interesante, entusiasta....siempre lista, como una boy -gril- scout! ¿ Cómo no me iba a aprovechar? y enmarqué toda la situación dentro de el esquema de víctima y aprovechado que confieso que hoy se me ha hecho injusto y patético. Inmaduro y poco justo , además. Pero por todo hay que pasar.

No sabía entonces la verdad o las verdades de Daniel. El destino nos ha vuelto a reunir en incontables ocasiones y hemos tenido oportunidad de volver a visitar aquellos recuerdos de distintas manera. El me ha contado sus verdades que han sido distintas a las que yo imaginaba. Ahora sé que sí me amaba. A su manera, como podía, pero sí me amaba. No hay duda.

Lo que sucedía era que él estaba temeroso y débil. Tampoco tenía todo muy claro en aquel momento. La que sí tengo las cosas claras y siempre las tuve claras soy yo. Cuando veo todo esto a la distancia, desde mi lugar, mi situación personal, mi manera de mirar...recuerdo que lo más doloroso fue haber perdido por largo tiempo lo último que debe perder cualquier persona: la dignidad. Ese fue el más grande dolor...el que me llevó por años de insomnio, de angustia, el que me tuvo por siglos con una piedra en el zapato.

Eso lo pudo entender Víctor y por eso cuando le conté que quería escribir sobre esta historia se apuntó de voluntario para leer todo lo que mis dedos ansiosos producían. Comenzó el proceso, comenzó el abrazo nuestro a hacerse más fuerte...y ambos: Víctor y Daniel , a formar parte de un mismo sueño: el sueño de ser amada y de tener dónde y con quién colocar todo ese amor que me trajo al mundo . Mi verdadera vocación vital. Ellos a hacerse, de alguna manera: compañeros. Hermanos.