El presidente de los Estados Unidos vino de visita oficial a nuestro país. Mi papá , por ser diputado, estaba invitado al evento de bienvenida que se realizaría en el Teatro Nacional.
La televisión captaba en vivo el detalle de la actividad, y escuchamos cómo comentaban que qué curioso, que uno de los diputados de izquierda había asistido. Eran cuatro dela Coalición Pueblo Unido, pero sólo papi acudió.
Esa misma mañana Daniel y yo estábamos en mi casa, y siendo sábado era común que alguien fuera a hacer las compras de frutas y verduras a la feria del agricultor. Nos mandaron a nosotros dos. Raro. Creo que fue la única vez que fuimos. Por esa razón no pudimos ver en directo lo que ocurrió. Lo supimos al llegar.
Comienzan los actos. El Presidente Monge le da la palabra a Reagan. Reagan va a comenzar a hablar desde el podio con su micrófono, de pronto, una voz le interrumpe: "Sr. Presidente...."
Era mi papá, que a capella se tiró un discurso diciéndole al gringo que él quería decirle algunas cosas a nombre de mucha de la gente que no había sido invitada al acto. Se trataba de un texto que reclamaba respeto por nuestro territorio , que no fuera utilizado para invadir a Nicaragua, trato justo en el comercio que desde entonces era desigual, etc. Papi llevaba la carta en un papel e intentó leerla, pero fue interrumpido por los silbidos y gritos del auditorio y especialmente por la bulla de los pies de los invitados en las galerías de arriba del teatro. La policía irrumpió para detenerlo, pero con gran nobleza, algunos de sus mismos compañeros diputados lo evitaron apelando a la inmudidad parlamentaria.
Aquello tuvo una repercusión tremenda, en la prensa de muchos países se comentó e ilustró con fotografías. El hecho fue grabado en video y le dio la vuelta al mundo. Muchos ticos y ticas lo recuerdan.
A nosotros en casa nos llenó de orgullo el acto sorpresivo de papi. A mis hermanos, mis hermanas, a mi madre...y ni qué se diga lo que sintieron los compañeros y compañeras del partido.
Mami orgullosísima. Ese gesto irreverente, valiente y de dignidad nos acompañaría, desde ese día a todos en casa.
Pero volviendo al tema del cuento, Daniel y yo ni vimos nada. Sólo nos encontramos con la euforia al llegar de vuelta a la casa y eso por supuesto nos unía más. Ambos admirábamos muchísimo a mi papá como dirigente. Tuvimos, eso sí, muchas otras oportunidades para ver la grabación que fue repetida en incontables ocasiones. Todo el mundo hacía comentarios. Fue el máximo evento de la visita de Reagan a Costa Rica. Oh...mi tata...qué gozada!
Claro, pero obviamente y como resultado, las amenazas arreciaron. Nos llamaban por teléfono todo el tiempo para insultarnos y pedirnos que nos fuéramos a vivir a Rusia o a Cuba. Le decía a mi mamá cosas horribles, a mi papá ni para qué. Nos amenazaron de muerte, decían que nos iban a descuartizar vivos.
Es por eso que Daniel, como parte del equipo de seguridad de mi papá, estuvo más a menudo en mi casa. Los temas familiares, personales o íntimos siempre quedaban por debajo ante las necesidades de la organización. A veces pienso que quizá cuando se decidían estas cosas nadie se acordaba que Daniel y yo estábamos juntos. Mi casa era un sitio siempre lleno de gente. Todo el tiempo entraban y salían compañeros. Entre ellos, Daniel. El era uno más.
Se organizó todo un plan de defensa donde cada uno y cada una teníamos asignadas tareas y responsabilidades. Desfilaron sistemas de alarmas de todo tipo, perros adiestrados, novedades tecnológicas...y Daniel fue parte de aquello. Nos cuidaba, y me cuidaba a mi también. Yo iba y venía de la Universidad con un revolver en mi bolso. Un arma que nunca fue necesario sacar ni mucho menos enseñé a nadie, pero que durante aquel tiempo me dio seguridad. Así vivíamos. Nuestro grupo creía que en cualquier momento había que irse a la clandestinidad, e intentábamos como podíamos preparnos para ese momento, que por cierto, nunca llegó.
Entonces Daniel dormía muchas veces en mi casa, en un camarote en el cuarto de mi hermano. A esa camita pequeña trepada cerca del cielo raso de pino, yo me le pasé calladita cantidad de veces. Hacíamos entonces el amor urgentemente, entre las cobijas. Nos amamos tanto, nos deseábamos tanto. Eramos tan jóvenes!
En mi familia siempre fue costumbre dormir con las puertas de los cuartos abiertas. ( decían mi papá y mi mamá que por un temblor , un incendio...¿?¿! Estando en los menesteres amatorios recuerdo la vez que mi mamá se levantó en medio de la noche para ir a buscar algo a la cocina, y cómo yo enroscada en los brazos de Daniel, y paralizada en un dos tres queso, la vi pasar con su bata amarilla. Ni papi ni mami, ni siquiera mis hermanos y hermanas se dieron cuenta de los trasiegos nocturnos de cuerpos, que fueron bastantes. Todavía cuando hoy les cuento de aquello les cuesta creerlo.
Para esos días de aventura, mis papás no se habían separado. Eso ocurrió después.
24.1.07
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5 comentarios:
Esta novelita ya me tiene enganchada como la mejor de la tele.
Espero cada capítulo con ánsias.
Gracias.
Me siento como cuando me quedo con una amiga en mi viejo molino: té con licor, chimenea encendida, alguna pipa de plátano o manzana...y esas largas, largas pláticas hasta la madrugada.
Genial!
Tambien me recuerdas a "Memorias de África" y esa gran, gran contadora de historias.
Un placer!
falta, falta...no se pierdan el próximo capítulo....
;)
Bueno!!!! estoy esperando la continuación...y nada.....
¿cuándo, cuándo?????
ya...ya....la estoy "masticando"...no es fácil... a veces....
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